MEMORIAS DEL MUTUALISMO COLOMBIANO
2. GÉNESIS DOCTRINARIA DEL MUTUALISMO
2.1. “LA AYUDA MUTUA ESENCIA DEL
DESARROLLO DE LA HUMANIDAD”
Autor. Fabio Alberto Cortés Guavita
La AYUDA MUTUA es uno de los dos ejes que
integran lo que he denominado Génesis Doctrinario del Mutualismo, junto al
Anarquismo Económico de Proudhon
Los orígenes del mutualismo en el mundo
tienen una misma línea conducente en su origen doctrinal, entendida esta como
un método, una conceptualización que orienta los derroteros basados en un
principio universal: la Ayuda Mutua.
Principio que da origen de la
organización básica tribal, seguida históricamente por la comuna aldeana y las
guildas como preámbulo de lo que sería la ciudad de la edad media. Cuando estas organizaciones, nos recuerda el
prologuista de la obra Apoyo Mutuo de Kropotkim, “… empezaron a perder en el
transcurso del proceso histórico su carácter primitivo, cuando comenzaron a
aparecer en ellas las excrecencias parasitarias que les eran extrañas, debido a
lo cual estas mismas instituciones se transformaron en obstáculo para el
progreso…” se dan unos cambios originados en la rebeldía del ser humano
Calendas posteriores, el nacimiento y desarrollo
del capitalismo salvaje lleva inmerso en el su contrario: el socialismo
utópico, el materialismo histórico y el anarquismo desde la perspectiva
económica y social. Y es allí cuando Proudhon y su anarquismo económico gestan
las ideas mutualistas, se da entonces forma de doctrinaria y se estructuran
nuevas organizaciones con el principio de la ayuda mutua.
Corría el año de 1920 cuando se publicó
la Gran obra El Apoyo Mutuo de Piotr Kropotkim, escrito pocos meses antes de su
muerte cuando el autor manifiesta su alegría por el hecho de que el mismo
Spencer reconociera la importancia de
"la ayuda mutua y su significado en la lucha por la existencia”. Ni
Darwin ni Spencer le otorgaron nunca,
sin embargo, el rango que le da Kropotkin al ponerla al mismo nivel (cuando no
por encima) de la lucha por la vida como factor de evolución.
Es decir, que es Kropotkim quien en
realidad da toda la importancia a la ayuda mutua, elevándola como principio y
valor humano supremo para la subsistencia del ser humano, más y con mayor
énfasis debería ser aplicado este principio en el mundo actual cuando la
llamada economía solidaria basa su acción supuestamente en este principio de la
ayuda mutua, meramente desde el discurso.
Se lee en una de los prólogos de la obra
EL APOYO MUTUO lo siguiente: “Pero la decidida oposición al malthusianismo, que
propicia la muerte masiva de los pobres por su inadaptación al medio, y la
lucha contra Huxley, que no encuentra otro factor de evolución fuera de la
perenne lucha sangrienta, no significan que Kropotkin se adhiera a una visión
idílica de la vida animal y humana ni que se libre, como muchas veces se ha
dicho, a un optimismo desenfrenado e ingenuo”
Esa interpretación malthusiana es uno de
los soportes del neoliberalismo impuesto en el mundo actual, desde la óptica de
que los pobres no merecen la atención social ni la solidaridad, lleva al
nefando desprecio por todo lo que sería el deber ser de la economía solidaria
mutualista: la economía de la ayuda mutua.
Y qué decir de quienes solo ven la
evolución del hombre como la lucha perenne y sangrienta cuando nos aprestamos a
vivir en Colombia una etapa de posconflicto, es decir, contrario a estos
“pensadores” es la ayuda mutua la base del ser humano para evolucionar hacia la
paz, no está hecho el ser humano para la guerra, está hecho para la paz
Kropotkin no considera que la ayuda mutua
contradiga la teoría de la selección natural. Una y otra vez llama la atención
sobre el hecho de que existe competencia en la lucha por la vida. El principio
del apoyo mutuo no constituye, por tanto, para Kropotkin, un ideal ético ni
tampoco una mera anomalía que rompe las rígidas exigencias de la lucha por la
vida, sino un hecho científicamente comprobado como factor de la evolución.
Desde otra óptica al hacer referencia a
la ayuda mutua en el ser humano, gran importancia concede a los inicios de la
comuna aldeana, institución universal y célula de toda sociedad futura, que
existió en todos los pueblos y sobrevive aun hoy en algunos. En lugar de ver en
ella, como hacen no pocos historiadores, un resultado de la servidumbre, la
entiende como organización previa y hasta contraria a la misma. En ella no sólo
se garantizaban a cada campesino los frutos de la tierra común sino también la
defensa de la vida y el solidario apoyo en todas las necesidades de la vida.
Enuncia una especie de ley sociológica al decir que, cuanto más íntegra se
conserva la obsesión comunal, tanto más nobles y suaves son las costumbres de
los pueblos.
Es por ello que quien quiera estudiar el
origen de las asociaciones mutualistas deberá por obligación adentrarse en los
vericuetos de la historia de la comuna aldeana si en verdad quiere entender el
origen de lo que hoy tenemos como mutualismo.
En palabras textuales del propio
Kropotkim leemos: “Por otra parte, habiendo llegado a mi conocimiento la
conferencia "Sobre la ley de la ayuda mutua", del profesor Kessler,
entonces decano de la Universidad de San Petersburgo, que pronunció en un
Congreso de naturalistas rusos, en enero de. 1880, vi que arrojaba nueva luz
sobre toda esta cuestión. Según la opinión de Kessler, además de la ley de
lucha mutua, existe en la naturaleza también la ley de ayuda mutua, que, para
el éxito de la lucha por la vida y, particularmente, para la evolución
progresiva de las especies, desempeña un papel mucho más importante que la ley
de la lucha mutua”
“Esta hipótesis, que no es en realidad
más que el desarrollo máximo de las ideas anunciadas por el mismo Darwin en su
Origen del hombre, me pareció tan justa y tenía tan enorme importancia, que,
desde que tuve conocimiento de ello (en 1883), comencé a reunir materiales para
el máximo desarrollo de esta idea que Kessler apenas tocó, en su discurso, y no
tuvo tiempo de desarrollar, puesto que murió en 1888"
Ahora bien, otro tópico que desmitifica
Kropotkim es la creencia que el ser humano sea guiado solamente por la simpatía
o el amor hacia sus semejantes y nos da un ejemplo descriptivo de esta
realidad: “De ningún modo me guía el amor hacia el dueño de una determinada casa
a quien muy a menudo ni siquiera conozco cuando, viendo su casa presa de las
llamas, tomo un cubo con agua y corro hacia ella, aunque no tema por la mía. Me
guía un sentimiento más amplio, aunque es más indefinido, un instinto, más
exactamente dicho, de solidaridad humana; es decir, de caución solidaria entre
todos los hombres y de sociabilidad”
Recapitulando, es el apoyo mutuo, la
ayuda mutua quien engendra la solidaridad y como escuché alguna vez a un amigo
“la caridad puede ser el primer momento de la solidaridad” y a alguien más
retomar el viejo adagio de no regales el pez, enséñales a pescar; en mi
criterio la ayuda mutua bien puede ir hasta la entrega de la caña de pescar con
su manual de manejo, a los más desprotegidos.
LA AYUDA MUTUA EN LA NATURALEZA
“… si recurrimos, a la verificación
indirecta y preguntamos a la naturaleza: "¿Quiénes son más aptos, aquellos
que constantemente luchan entre sí o, por lo contrario, aquellos que se apoyan
entre sí?", en seguida veremos que los animales que adquirieron las
costumbres de ayuda mutua resultan, sin duda alguna, los más aptos. Tienen más
posibilidades de sobrevivir como individuos y como especie, y alcanzan en sus
correspondientes clases (insectos, aves, mamíferos) el más alto desarrollo
mental y organización física... probablemente (la ayuda mutua) tiene
importancia mucho mayor que la lucha mutua, porque facilita el desarrollo de
las costumbres y caracteres que aseguran el sostenimiento y el desarrollo
máximo de la especie junto con el máximo bienestar y goce de la vida para cada
individuo, y, al mismo tiempo, con el mínimo de desgaste inútil de energías, de
fuerzas.”
LA AYUDA MUTUA Y LOS SALVAJES
En desarrollo de su obra nos traslada
Kropotkin a los salvajes y a la primera organización del hombre que no es
precisamente la familia como aseguran algunos autores.
“La familia no sólo no fue la forma
primitiva de organización, sino que, por lo contrario, es un producto muy
tardío de la evolución de la humanidad. Por más lejos que nos remontemos en la
profundidad de la historia más remota del hombre, encontramos por doquier que
los hombres vivían ya en sociedades, en grupos, semejantes a los rebaños de los
mamíferos superiores. Fue necesario un desarrollo muy lento y prolongado para
llevar estas sociedades hasta la organización del grupo (o clan), que a su vez
debió sufrir otro proceso de desarrollo también muy prolongado, antes de que
pudieran aparecer los primeros gérmenes de la familia, polígama o monógama.
Sociedades, bandas, clanes, tribus -y no la familia- fueron de tal modo la
forma primitiva de organización de la humanidad y sus antecesores más
antiguos…”
La profunda investigación de Kropotkin
desarrolla toda una suerte de ejemplos de tribus, de clanes y todo aquello que
significó y significa aún en algunas artes del mundo la vida de los primitivos
y concluye de manera tajante:
“Citar más ejemplos de la vida de los
salvajes significaría solamente repetir, una y otra vez, lo que se ha dicho ya.
Dondequiera que nos dirijamos, hallamos por doquier las mismas costumbres
sociales, el mismo espíritu comunal. Y cuando tratamos de penetrar en las
tinieblas de los siglos pasados, vemos en ellos la misma vida tribal, y las
mismas uniones de hombres, aunque muy primitivas, para el apoyo mutuo. Por esto
Darwin tuvo perfecta razón cuando vio en las cualidades sociales de los hombres
la principal fuerza activa de su desarrollo máximo, y los expositores de Darwin
de ningún modo tienen razón cuando afirman lo contrario.”
Una vez que nos vamos encontrado con los
grados más elevados de desarrollo de la humanidad y desde la perspectiva de la
historiografía solemos hallar solamente luchas y conflictos, las viajas
relaciones parecen quebrarse; las lucha entre tribus, los clanes contra los
clanes, hace que la humanidad se divida en castas y que los déspotas
esclavistas se adueñen del ser dispuesto a guerrear y es cuando los
historiadores nos llevan a la conclusión que la guerra y la opresión se tornan
en la única forma de vida y hacen de esta falacia la esencia de la naturaleza
humana.
Sin embargo, nos dice Kropotkin: “Sin
embargo, basta someter a un examen más cuidadoso la vida cotidiana del hombre
durante el período histórico, como han hecho en los últimos tiempos muchos
investigadores… Dejando de lado las ideas preconcebidas de la mayoría de los
historiadores, y su evidente predilección por la parte dramática de la vida
humana, vemos que los mismos documentos que aprovechan ellos habitualmente son,
por su esencia tales, que exageran la parte de la vida humana que se entregó a
la lucha y no aprecian debidamente el trabajo pacífico de la humanidad. Los
días claros y soleados se pierden de vista por obra de las descripciones de las
tempestades y de los terremotos.”
LA AYUDA MUTA Y LOS BARBAROS
Existen periodos de la historia
estudiados de mejor forma que permiten ver la otra corriente la de la ayuda
mutua superando en creces la “historia” que nos venden acerca de destrucción y
la guerra como esencia del ser humano. Al respecto y hablando de los “barbaros”
nos dice Kropotkin:
“La comuna aldeana constituía una
institución crecida naturalmente, y por ello no podía ser de estructura
completamente uniforme. Hablando en general, era una unión de familias que se
consideraban originarias de una raíz común y que poseían en común una cierta
tierra.”… “La comuna aldeana era entonces el arma principal en la dura lucha
contra la naturaleza hostil. Era, también, el lazo que los campesinos oponían a
la opresión de parte de los más hábiles y fuertes, que trataban de reforzar su
autoridad en aquellos agitados tiempos. El "bárbaro" imaginario, es
decir, el hombre que lucha y mata a los hombres por bagatelas, existió tan poco
en la realidad como el "sanguinario" salvaje de nuestros literatos.”
El apoyo mutuo es la esencia del
desarrollo de los “barbaros” por miles de años.
“El apoyo mutuo atraviesa como un hilo
rojo toda la vida de los kabilas, (para tomar un ejemplo) y si uno de ellos,
durante un viaje fuera de los límites de la tierra natal, encuentra a otro
kabila necesitado, debe prestarle ayuda, aunque para esto tuviera que arriesgar
sus propios bienes y su vida.”
“Cuando los lazos del origen común
comenzaron a debilitarse a causa de las migraciones frecuentes y lejanas, y el
desarrollo de la familia separada dentro del clan mismo, también destruyó la
antigua unidad tribal; entonces, una nueva forma de unión, fundada en el
principio territorial -es decir, la comuna aldeana' fue llamada a la vida por
el genio social creador del hombre. Esta institución, a su vez, sirvió para
unir a los hombres durante muchos siglos, dándoles la posibilidad de
desarrollar más y más sus instituciones sociales”
Es así que el hombre va dando forma a
esas organizaciones de la ayuda mutua, esa “comuna aldeana” da paso en los años
posteriores al nacimiento de las “guildas”, las cuales nos refieren los
historiadores como la primeras formas de mutuales, y, vemos como una vez más la
verdad es otra y para ello citemos nuevamente a nuestro autor de respaldo, el
ruso Kropotkin cuando concluye esta parte de historia:
“Ahora tenemos que seguir el desarrollo
más avanzado de aquella tendencia a la ayuda mutua, siempre inherente al
hombre. Tomando las comunas aldeanas de los llamados bárbaros en la época en
que entraron en el nuevo período de civilización, después de la caída del
imperio romano de Occidente, debemos estudiar ahora las nuevas formas en que se
encauzaron las necesidades sociales de las masas durante la edad media, y
especialmente, las guildas medievales en la ciudad medieval”
“LA AYUDA MUTUA EN LA ETAPA MEDIEVAL”
Siguiendo los planteamientos de
Kropotkin, “… cuanto más conocemos la ciudad medieval, tanto más nos
convencemos de que no era una simple organización política para la protección
de ciertas libertades políticas.”
Se ve una práctica mucho más grande que
lo que se dio en la comunidad aldeana la unión que se daba con fines de ayuda
mutua, de apoyo mutuo, tanto para la producción como para el consumo y en
general para el desarrollo de la vida en sociedad
“…
sin imponer a los hombres, por ello, los grillos del Estado, sino, por el
contrario, dejando plena libertad a la manifestación del genio creador de cada
grupo individual de hombres en el campo de las artes, de los oficios, de la
ciencia, del comercio y de la organización política” al decir de Kropotkin.
Donde quiera que pongamos la vista nos
encontramos con un mismo estilo de organización federativo “de pequeñas comunas
o parroquias o guildas; los mismos "suburbios" alrededor de la
"ciudad" madre”. Desde la perspectiva de la democracia se encuentra
siempre la misma asamblea popular; los mismos signos exteriores de
independencia, todo ello unificado más de lo que se pudiera pensar
El protector (defensor) de la ciudad bajo
distintas denominaciones, y distintos ropajes, representa a una misma autoridad
defendiendo los mismos intereses; el abastecimiento de víveres, el trabajo, el
comercio, están organizados en las mismas líneas generales: el apoyo mutuo para
desarrollar todas las actividades.
Las guerras y las diputas territoriales
marcaron el devenir de aquellas épocas en las cuales pareciera darse la razón a
quienes afirman que el hombre esta hecho para la guerra, sin embrago, la
corriente de ayuda y apoyo mutuo no se apagó en las masas, y su fluidez se da
posterior a la derrota sufrida por las ciudades libres, velozmente renace, con
más ímpetu y fuerza que antes el llamado comunista de los primeros voceros de
la reforma y persiste aún más después de la decepción de las masas que ven una
vez más truncado el deseo de construir una nueva vida.
La tendencia de los seres humanos a
recurrir siempre a la ayuda mutua como esencia de su actuar se origina en el
mismo momento de la aparición del hombre sobre la faz de la tierra, y está tan
íntimamente ligado a su desarrollo que a pesar de las sucesos de la humanidad
se conserva hasta nuestros días de manera manifiesta en todos los actores.
Esta tendencia desplego su accionar con
mayor ímpetu en los periodos de paz y bienestar por obvias razones en cuanto a
situaciones de carácter represivo causadas por el mismo hombre, lo destacable
es que cuando la calamidad flagela al ser humano desde las guerras y países
enteros fueron devastados, el hambre llevaba a la muerte a poblaciones enteras
y que decir cuando era el yugo del poder quien esclavizaba más se reforzaba el
criterio de la ayuda mutua fundamentalmente. y allí radica el origen de la
mutualidad, entre los más pobres.
Dejemos que sea el propio Kropotkin, con
sus palabras quien cierre este capítulo.
“… cada vez que la humanidad tenía que
elaborar una nueva organización social, adaptada a una nueva fase de su
desarrollo, el genio creador del hombre siempre extraía la inspiración y los
elementos para un nuevo adelanto en el camino del progreso, de la misma
inclinación, eternamente viva, a la ayuda mutua.”
Y le da una vital importancia a la ayuda
mutua cuando la considera fuente de inspiración porque “Todas las nuevas
doctrinas morales y las nuevas religiones provienen de la misma fuente. De modo
que el progreso moral del género humano, si lo consideramos desde un punto de
vista amplio, constituye una extensión gradual de los principios de la ayuda
mutua, desde el clan primitivo, a la nación y a la unión de pueblos, es decir,
a las agrupaciones de tribus v hombres, más y más amplia, hasta que por último
estos principios abarquen a toda la humanidad sin distinciones de creencias,
lenguas y razas.”
“LA AYUDA MUTUA EN LA SOCIEDAD MODERNA”
Finalmente, en los dos últimos capítulos
(de la obra Apoyo Mutuo) se han reunido hechos que señalan cómo la formación de
los estados según el modelo de la Roma imperial destruyó violentamente todas
las instituciones medievales de apoyo mutuo y creó una nueva forma de
asociación, sometiendo toda la vida de la población a la autoridad del estado.
Pero el estado, apoyado en agregados poco vinculados entre sí de individuos y
asumiendo la tarea de ser único principio de unión, no respondió a su objetivo.
La tendencia de los hombres al apoyo
mutuo y su necesidad de unión directa para él, nuevamente se manifestaron en
una infinita diversidad de todas las sociedades posibles que también tienden
ahora a abrazar todas las manifestaciones de vida, a dominar todo lo necesario
para la existencia humana y para reparar los gastos condicionados por la vida:
crear un cuerpo viviente, en lugar del mecanismo muerto, sometido a la voluntad
de los funcionarios.
Probablemente se nos observará que la,
ayuda mutua, a pesar de constituir una de las grandes fuerzas activas de la
evolución, es decir, del desarrollo progresivo de la humanidad, es sólo una de
las diferentes formas de las relaciones de los hombres entre sí; junto con esta
corriente, por poderosa que fuera, existe y siempre existió, otra corriente la
de auto-afirmación del individuo, no sólo en sus esfuerzos por alcanzar la
superioridad personal o de casta en la relación económica, política y
espiritual, sino también en una actividad que es más importante a pesar de ser
menos potable; romper los lazos que siempre tienden a la cristalización y
petrificación, que imponen sobre el individuo el clan, la comuna aldeana, la
ciudad o el estado.
En otras palabras, en la sociedad humana,
la autoafirmación de la personalidad también constituye un elemento de
progreso. Es evidente que ningún esquema del desarrollo de la humanidad puede
pretender ser completo si no se considera estas dos corrientes dominantes. Pero
el caso es que la autoafirmación de la personalidad o grupos de personalidades,
su lucha por la superioridad y los conflictos y la lucha que se derivan de ella
fueron, ya en épocas inmemoriales, analizados, descritos y glorificados.
En realidad, hasta la época actual sólo
esta corriente ha gozado de la atención de los poetas épicos, cronistas,
historiadores y sociólogos. La historia, como ha sido escrita hasta ahora, es
casi íntegramente la descripción de los métodos y medios con cuya ayuda la
teocracia, el poder militar, la monarquía política y más tarde las clases
pudientes establecieron y conservaron su gobierno. La lucha entre estas fuerzas
constituye, en realidad, la esencia de la historia.
Podemos considerar, por esto, que la
importancia de la personalidad y de la fuerza individual en la historia de la
humanidad es enteramente conocida, a pesar de que en este dominio ha quedado no
poco que hacer en el sentido recientemente indicado. Al mismo tiempo, otra
fuerza activa -la ayuda mutua- ha sido relegada hasta ahora al olvido completo;
los escritores de la generación actual y de las pasadas, simplemente la negaron
o se burlaron de ella.
Darwin, hace ya medio siglo, señaló
brevemente la importancia de la ayuda mutua para la conservación y el
desarrollo progresivo de los animales. Pero, ¿quién trató ese pensamiento desde
entonces? Sencillamente se empeñaron en olvidarla. Debido a esto, fue
necesario, antes que nada, establecer el papel enorme que desempeña la ayuda
mutua tanto en el desarrollo del mundo animal como de las sociedades humanas.
Sólo después que esta importancia sea plenamente reconocida será posible
comparar la influencia de una y otra fuerza: la social y la individual.
Evidentemente, es imposible efectuar, con
un método más o menos estadístico, siquiera una apreciación grosera de su
importancia relativa. Cualquier guerra, como todos sabemos, puede producir, ya
sea directamente o bien por sus consecuencias, más daños que beneficios, puede producir
centenares de años de acción, libres de obstáculos, del principio de ayuda
mutua.
Pero cuando vemos que en el mundo animal
el desarrollo progresivo y la ayuda mutua van de la mano, y la guerra interna
en el seno de una especie, por lo contrario, va acompañada "por el
desarrollo progresivo", es decir, la decadencia de la especie; cuando
observamos que para el hombre hasta el éxito en la lucha y la guerra es
proporcional al desarrollo de la ayuda mutua en cada una de las dos partes en
lucha, sean estas naciones, ciudades, tribus o solamente partidos, y que en el
proceso de desarrollo de la guerra misma (en cuanto puede cooperar en este
sentido) se somete a los objetivos finales del progreso de la ayuda mutua
dentro de la nación, ciudad o tribu, por todas estas observaciones ya tenemos
una idea de la influencia predominante de la ayuda mutua como factor de
progreso.
Pero vemos también que la práctica de la
ayuda mutua y su desarrollo subsiguiente crearon condiciones mismas de la vida
social, sin las cuales el hombre nunca hubiera podido desarrollar sus oficios y
artes, su ciencia, su inteligencia, su espíritu creador; y vemos que los
periodos en que los hábitos y costumbres que tienen por objeto la ayuda mutua
alcanzaron su elevado desarrollo, siempre fueron periodos del más grande
progreso en el campo de las artes, la industria y la ciencia. Realmente, el
estudio de la vida interior de las ciudades de la antigua Grecia, y luego de
las ciudades medievales, revela el hecho de que precisamente la combinación de
la ayuda mutua, como se practicaba dentro de la guilda, de la comuna o el clan
griego -con la amplia iniciativa permitida al individuo y al grupo en virtud
del principio federativo-, precisamente esta combinación, decíamos, dio a la
humanidad los dos grandes periodos de su historia: el periodo de las ciudades
de la antigua Grecia y el periodo de las ciudades de la Edad Media; mientras
que la destrucción de las instituciones y costumbres de ayuda mutua, realizadas
durante los periodos estatales de la historia que siguieron, corresponde en
ambos casos a las épocas de rápida decadencia.
Probablemente se nos replicará, sin
embargo, haciendo mención del súbito progreso industrial que se realizó en el
siglo XIX y que corrientemente se atribuye al triunfo del individualismo y de
la competencia. No obstante este progreso, fuera de toda duda, tiene un origen
incomparablemente más profundo. Después que fueron hechos los grandes
descubrimientos del siglo XV, en especial el de la presión atmosférica, apoyada
por una serie completa de otros en el campo de la física -y estos
descubrimientos fueron hechos en las ciudades medievales- después de estos
descubrimientos, la invención de la máquina a vapor, y toda la revolución
industrial provocada por la aplicación de la nueva fuerza, el vapor, fue una
consecuencia necesaria.
Si las ciudades medievales hubieran
subsistido hasta el desarrollo de los descubrimientos empezados por ellas, es
decir, hasta la aplicación práctica del nuevo motor, entonces las consecuencias
morales, sociales, de la revolución provocada por la aplicación del vapor
podrían tomar, y probablemente hubieran tomado, otro carácter; pero la misma
revolución en el campo de la técnica de la producción y de la ciencia también
hubiera sido inevitable. Solamente hubiera encontrado menos obstáculos. Queda
sin respuesta el interrogante: ¿No fue acaso retardada la aparición de la
máquina de vapor y también la revolución que le siguió luego en el campo de las
artes, por la decadencia general de los oficios que siguió a la destrucción de
las ciudades libres y que se notó especialmente en la primera mitad del siglo
XVIII?
Considerando la rapidez asombrosa del
progreso industrial en el período que se extiende desde el siglo XII hasta el
siglo XV, en el tejido, en el trabajo de metales, en la arquitectura, en la
navegación, y reflexionando sobre los descubrimientos científicos a los cuales
condujo este progreso industrial a fines del siglo XIX, tenemos derecho a
formularnos esta pregunta: ¿No se
retrasó la humanidad en la utilización de todas estas conquistas científicas
cuando empezó en Europa la decadencia general en el campo de las artes y de la
industria, después de la caída de la civilización medieval? Naturalmente, la
desaparición de los artistas artesanos, como los que produjeron Florencia,
Núremberg y muchas otras ciudades, la decadencia de las grandes ciudades y la
interrupción de las relaciones entre ellas no podían favorecer la revolución
industrial.
Realmente sabemos, por ejemplo, que James
Watt, el inventor de la máquina a vapor moderna, empleó alrededor de doce años
de su vida para hacer su invento prácticamente utilizable, puesto que no pudo
hallar, en el siglo XVIII aquellos ayudantes que hubiera hallado fácilmente en
la Florencia, Núremberg o Brujas de la Edad Media; es decir, artesanos
capacitados para realizar su invento en el metal y darle la terminación y
finura artística que son necesarias para la máquina de vapor que trabaja con
exactitud.
De tal modo, atribuir el progreso
industrial del siglo XV a la guerra de todos contra uno significa juzgar como
aquél que sin saber las verdaderas causas de la lluvia la atribuye a la ofrenda
hecha por el hombre al ídolo de arcilla. Para el progreso industrial, lo mismo
que para cualquier otra conquista en el campo de la naturaleza, la ayuda mutua
y las relaciones estrechas sin duda fueron siempre más ventajosas que la lucha
mutua.
Sin embargo, la gran importancia del
principio de ayuda mutua aparece principalmente en el campo de la ética, o
estudio de la moral. Que la ayuda mutua es la base de todas nuestras
concepciones éticas, es cosa bastante evidente. Pero cualesquiera que sean las
opiniones que sostuviéramos con respecto al origen primitivo del sentimiento o
instinto de ayuda mutua -sea que lo atribuyamos a causas biológicas o bien
sobrenaturales- debemos reconocer que se puede ya observar su existencia en los
grados inferiores del mundo animal. Desde estos grados elementales podemos
seguir su desarrollo ininterrumpido y gradual a través de todas las clases del
mundo animal y, no obstante, la cantidad importante de influencias que se le
opusieron, a través de todos los grados de la evolución humana hasta la época
presente.
Aun las nuevas religiones que nacen de
tiempo en tiempo -siempre en épocas en que el principio de ayuda mutua había
decaído en los estados teocráticos y despóticos de Oriente, o bajo la caída del
imperio Romano-, aun las nuevas religiones nunca fueron más que la afirmación
de ese mismo principio. Hallaron sus primeros continuadores en las capas
humildes, inferiores, oprimidas de la sociedad, donde el principio de la ayuda
mutua era la base necesaria de la vida cotidiana; y las nuevas formas de unión
que fueron introducidas en las antiguas comunas budistas y cristianas, en las
comunas de los hermanos moravos, etc., adquirieron el carácter de retorno a las
mejores formas de ayuda mutua que de practicaban en el primitivo período
tribal.
Sin embargo, cada vez que se hacía una
tentativa para volver a este venerado principio antiguo, su idea fundamental se
extendía. Desde el clan se prolongó a la tribu, de la federación de tribus
abarcó la nación, y, por último –por lo menos en el ideal-, toda la humanidad.
Al mismo tiempo, tomaba gradualmente un carácter más elevado. En el
cristianismo primitivo, en las obras de algunos predicadores musulmanes, en los
primitivos movimientos del período de la Reforma y, en especial, en los
movimientos éticos y filosóficos del siglo XVIII y de nuestra época se elimina
más y más la idea de venganza o de la "retribución merecida":
"bien por bien y mal por mal".
La elevada concepción: -No vengarse de
las ofensas-, y el principio: "Da al prójimo sin contar, da más de lo que
piensas recibir". Estos principios se proclaman como verdaderos principios
de moral, como principios que ocupan más elevado lugar que la simple
"equivalencia", la imparcialidad, la fría justicia, como principios
que conducen más rápidamente mejor a la felicidad. Incitan al hombre, por esto,
a tomar por guía, en sus actos, no sólo el amor, que siempre tiene carácter
personal o, en el mejor de los casos, carácter tribal, sino la concepción de su
unidad con todo ser humano, por consiguiente, de una igualdad de derecho
general y, además, en sus relaciones hacia los otros, a entregar a los hombres,
sin calcular la actividad de su razón y de su sentimiento y hallar en esto su
felicidad superior.
En la práctica de la ayuda mutua, cuyas
huellas podemos seguir hasta los más antiguos rudimentos de la evolución,
hallamos, de tal modo, el origen positivo e indudable de nuestras concepciones
morales, éticas, y podemos afirmar que el principal papel en la evolución ética
de la humanidad fue desempeñado por la ayuda mutua y no por la lucha mutua. En
la amplia difusión de los principios de ayuda mutua, aun en la época presente,
vemos también la mejor garantía de una evolución aún más elevada del género
humano.
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