Editorial de la Revista SOLDEAMÉRICA
Por Fabio Alberto Cortés Guavita
Bogotá, Colombia. Marzo 9 de 2015
Defender la opinión pública se torna en una tarea titánica, ínclita,
notable y por qué no honrosa. En medio de tanta desinformación, de tanto “compromiso”
de la pluma de aquellos opinadores, de algunos escribas que en su calidad de
formadores de opinión la manipulan y tornan al servicio de los intereses y el
poder del gran capital.
Lo anterior merece desglosarse para una mejor comprensión
Primero que todo, qué es opinión pública, veámoslo así: tendencia o
preferencia, real o estimulada, de una sociedad hacia hechos que le reportan
algún interés. O percibámoslo de otra
forma: opinión mayoritaria que un determinado grupo de personas tiene acerca de
alguna cuestión en particular. O entendámoslo desde otra orilla, la que habla
de lo que piensa y cree el común de las personas.
Muy bien, desde lo anteriormente descrito podemos plantearnos
algunas inquietudes. “Tendencia real o estimulada…”, o sea, si es estimulada
entonces puede ser manipulada ¿Cierto? “Opinión mayoritaria…”. Es decir estamos
ante un fenómeno colectivo, de masas, ¿O no? “… lo que cree el común de las personas”
entonces, se trata de una creencia, ¿Axiomática?
Me atrevo a colegir lo siguiente: La opinión pública es un fenómeno
de masas manipuladas por ciertas creencias consideradas a sí mismas como
infalibles.
Antes de seguir, miremos el fenómeno desde la comunicación. Comunicación
dada a partir de agrupar unos códigos lingüísticos en un mensaje para ser
transmitido por unos medios, en los cuales existen ruidos sicológicos (interferencia
mental que no deja escuchar bien), físicos (sonidos del ambiente, de lo que
otros hablan etc.) y semánticos (diferente contextualización de los códigos lingüísticos)
para finalmente llegar a un receptor estimulado y que éste dé una respuesta, es
decir, que haya el fenómeno de la retroalimentación, condición sine qua non
para que haya comunicación. La sumatoria de receptores es la masa que va a generar
opinión pública.
Vaya, vaya. Quien codifica el mensaje tiene el poder de orientar o
manipular al receptor de acuerdo con la
redacción del mensaje. El medio define cuales mensajes transmite, es decir,
tiene el poder de definir que va o que no va a la opinión pública. Los ruidos
de la comunicación hacen cada vez más difícil que el receptor este bien
informado. Finalmente la masa de receptores retroalimentan lo que entendieron.
Va una segunda conclusión: La comunicación establecida en las
condiciones descritas se convierte en la gran meretriz, la gran formadora de opinión pública.
Veamos ahora algo de suma importancia, los dueños de los medios de
comunicación a través de los cuales unos opinadores (comunicadores, periodistas
etc.) pagos por ellos, son en últimas los responsables (irresponsables) de
crear opinión pública.
Oso aquí una tercera deducción: Los dueños de los medios de comunicación
le paga a unos opinadores para que digan lo que ellos quieren que llegue a los receptores,
es decir, son ellos quienes hacen que la opinión pública sea cada día más
privada, obedeciendo a sus propios intereses, punto.
Aja, y los dueños de los medios de comunicación masivos son a la
vez los dueños del capital financiero e industrial del país, está diáfano y
diamantino, ellos si saben hacer su trabajo, está defendiendo sus intereses
privados y particulares, esa es la lógica del capitalismo salvaje o neoliberal
o como quieran llamarlo.
¿Se podrá hacer algo frente a ese poder omnímodo de los dueños de
los medios de comunicación, creadores de una opinión pública cada vez más
privada?
Trataremos ese tema en nuestra próxima editorial.
http://lider-emprendedor.blogspot.com/2015/03/la-opinion-publica-cada-dia-se-vuelve.html
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