PERDÓN Y VENGANZA
Editorial de la Revista SOLDEAMÉRICA
Por Fabio Alberto Cortés Guavita
Bogotá, Colombia. Marzo 23 de 2015
Hoy hago un alto en el camino de opinar acerca de temas económicos,
de opinión, de economía solidaria y de doctrina solidaria y mutualista para tomar
un tema recurrente por estos días, pero no, tampoco voy a hablar del proceso de
paz en La Habana entre las FARC y el Gobierno de Santos. Voy a tocar el tema
base de perdón y venganza, el de las pequeñas vendettas en las cuales
convertimos el día a día de nuestro trasegar y la cotidianidad.
Si perdonar es borrar la ofensa recibida, olvidarla porque el
tiempo cura todas las heridas y renunciar a devolver un castigo proporcional. Visto
así el perdón se convierte en un acto de justicia y así la venganza queda
anulada.
Sin embargo otro opinan que el perdón no consiste en hacer una
especie de borrón y cuenta nueva, de aquí no ha pasado nada lo cual nos
llevaría por el sendero de “guardar algo” para más adelante buscar el desquite.
No debe seres así. Si en una pareja, uno de los dos falla, se equivoca, comete
errores y busca el entendimiento en bien de la familia de los hijos, poniendo
el bien común por encima del personal y arrepentido (a) en verdad busca el perdón
para mantener unida la familia. Allí aparece entonces la pequeña venganza que
no permite la solución, a mí me hicieron daño ahora que esta arrepentido (a) yo
tengo el desquite y lo disfrazamos de “libertad” sin comprender que esa
libertad debe ir hasta donde no violes
los derechos de los demás. ¿Y si esos demás son los hijos?
El verdadero perdón exige desistir de la venganza y del odio por un
fin superior: si sólo vivimos una vez, si la vida es la única ocasión de
brindar y de sacar lo mejor de uno mismo. Oportunidad en la cual –si tengo el
altruismo en el alama- yo perdono de corazón, yo olvido para siempre; no llevo
cuentas de esas malas acciones que me han dejado maltratado y me crezco en la
adversidad con un corazón de oro. La misericordia es superior a la justicia
Muy bien, veámoslo desde la justicia, cuando la ley no me da lo que
necesito, (ley de la vida o de los hombres) no me da reparación. ¿Qué o quién
nos hace pensar que se debe buscar justicia por los propios medios al más puro
estilo Charles Bronson en películas como “El vengador anónimo”? Pasamos
entonces por encima de lo que sea con tal de darnos gusto y satisfacer nuestros
instintos más perversos de venganza.
Es quizás el pensamiento mítico quien nos conduce por los senderos de os
recuerdos y de los decesos de hacer pagar al otro (a) un daño producido y ahí
viene la cadena que únicamente conduce a la destrucción. La venganza tiene su alimento
en el odio y no logra satisfacerse sino con el exterminio de la contraparte, el
odio es una insana pasión que afecta a los dos sujetos en disputa introduciéndolos
en una espiral imparable de barbarie, dejando de lado, dejando atrás a quienes
son la única razón de nuestra existencia. Nuestros hijos.
Recapitulando, lo trascendental es que el conflicto que se esboza aquí es
quedarse sembrado en el rencor. Lo cual no es más que sentirse dolido en el
orgullo y no olvidar. Y entonces, la bola de nieve coge tal volumen y fuerza
que la vida no encuentra otros motivos,
otros motores que no sean el revanchismo inspirado por ese odio que decimos no sentir
pero que alimentamos en el día a día, en las pequeñas cosas de la cotidianidad.
La revancha se rige por el eslogan: “el que la hace la paga” y tenemos que estar alertas para encontrar el momento oportuno
para devolver el golpe. Que bien se siente; “me desquité”
JUSTICIA o VENGANZA dos vocablos que supuestamente no tienen una
relación directa, sin embargo es lo que la mayoría de seres humano busca. Lo
ideal, lo correcto, lo más acertado es evitar toda costa que al buscar justicia, exijamos o
impartamos venganza.
Lo importante para una sana armonía en el ejemplo que he tomado: la
familia, es que cada vez que se cometa un acto de injusticia hacia uno u otro,
debemos tratar que se rectifique esa acción, y así podré pasar al siguiente
punto que es perdonar.
Concluyendo, el perdón, no consiste en olvidar la ofensa, sino en
renunciar, sin estar obligado a ello, a ejercer su derecho. Recuerdo una frase
que dice “la ofensa no perdonada ni vengada ni olvidada se mantiene activa,
empantanada, enconada y acaba enranciándose.” Y a eso se le llama rencor.
Repitamos como colofón: “El perdón es un acto de justicia y así la
venganza queda anulada” como le haría de bien esta tipo de perdón a Colombia:
un próximo tema.
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