MEMORIAS DEL MUTUALISMO COLOMBIANO
Cuarta etapa. EL MUTUALISMO COLOMBIANO
1. LAS COFRADÍAS, SIMIENTE DE LAS
ORGANIZACIONES MUTUALES EN COLOMBIA
Autor. Fabio Alberto Cortés Guavita
EL MUTUALISMO COLOMBIANO.
“... pesa mucho la cultura de la insolidaridad, que propugna por el
individualismo en la solución de los problemas; ha pesado mucho, la falta de un
sistema educativo que forme, capacite e informe del proyecto histórico del
mutualismo”. Pérez Valencia, Gonzalo. Mutualismo y Economía Social. Corporación
Educativa Mutualista. Medellín, Colombia. 1991.
Estas palabras de Pérez Valencia cobran
importancia sustantiva en el desarrollo de esta etapa, para entender por qué el
mutualismo colombiano no ha contado con un desarrollado similar al de otros
países de Latinoamérica “la insolidaridad” esencia del mutualismo colombiano, amén
de no tener una dirigencia capaz de comprender el significado de la ayuda mutua
como valor fundamental y los principios del anarquismo económico como el derrotero
esencial de su acción.
De otro lado el no contar con un liderazgo real,
apasionado, comprometido y solidario hacen que hoy en 2015 se pueda asegurar
que el mutualismo colombiano no existe, solamente vestigios quedan gracias a unos
cuatro quijotes que desde lo aislado de su entorno propugnan por mantener viva
la idea mutualista, la esperanza de los pobres.
Dos ejes fundamentales se desarrollarán para
sustentar lo anteriormente expuesto. De un lado la génesis, el origen, la
simiente en organizaciones como las cofradías en los Siglos XVII a inicios del
XIX y las Sociedad Democráticas a mediados del Siglo XIX y la llegada de las
ideas libertarias de Proudhon y de los socialistas utópicos frente a las ideas concesionarias
de los frailes que llegan con la Colonia.
De otro lado es necesario cuestionar la
descontextualización hecha desde los pioneros hasta nuestros días, no sólo de
la esencia de la doctrina mutualista, en su valor teórico-económico sino también
de la falta de visión solidaria-empresarial.
1. LAS COFRADÍAS, SIMIENTE DE LAS ORGANIZACIONES MUTUALES EN
COLOMBIA
Si el pasado es un prólogo como dice
Shakespeare, es necesario ver algunas de esas organizaciones que precedieron a
las mutuales actuales, desde la perspectiva de sus objetivos y funciones de ayuda
mutua, de su mutualidad y de sus elementos doctrinales.
En principio entendamos que La
Colonia es la extensión imperial, social, política, religiosa y cultural que se
estableció en América durante los siglos XVII e inicios del siglo XIX. Es
decir, entre 1550 y 1810 y que se han denominado “época colonial” debido a la
presencia y al dominio político por parte de los españoles en lo que
actualmente comprende el territorio de Colombia.
En tales épocas y según el derecho canónico
vigente, una cofradía era “Una reunión de determinado número de fieles para
dedicarse en común al ejercicio de obras piadosas y de caridad... Las cofradías
no pueden establecerse sin la competente autorización de los prelados en las
diócesis en que están enclavadas.”
Decretos emanados del Concilio de Trento
(Reunido entre los años 1545 y el 1563) -que fue
realizado en un marco de divisiones. Siendo Paulo III, el Papa que había
vivido las luchas en Italia, quien asumió el compromiso de unificar a los
católicos, logrando la reunión de un Concilio, después de que varios Papas lo
hubieran intentado sin éxito. (Al principio fue admirador del humanista
cristiano Erasmo de Rotterdam, y vio factible una posible reconciliación
con los protestantes, pero luego acabó desechando esa posibilidad)- ordenaron
que la elección de los dirigentes de la cofradía y la administración de sus
finanzas debieran ser supervisadas por el párroco.
“El establecimiento de las cofradías es un acto
de jurisdicción episcopal, enteramente reservado al obispo, como el encargado
del cuidado de las almas”. Por eso, los bienes de las cofradías aprobadas por
el obispo se colocaban en la clase de bienes eclesiásticos y como tales
inalienables sin las formalidades presuntas.
Lo anterior muestra de manera taxativa la
influencia de la religión católica en estas organizaciones a nivel mundial,
específicamente en el caso de Colombia los requisitos exigidos en los pueblos
de indios para entrar a una cofradía eran así mismo diferentes, entre ellos se
tienen:
- Ser devotos del patrono de la cofradía.
- Corregirse en la mala vida.
- Dejar los vicios de borracheras y las
supersticiones de hayo y tabaco.
- Celebrar con solemnidad las fiestas del
santo patrono.
- Hacer procesiones alrededor de la plaza.
- Visitar a los enfermos.
- Recoger limosnas.
- Asistir a misa domingos y días de fiesta y
rezar el rosario todos los días.
- Encargarse del entierro de los hermanos
cofrades, y
- Pagar las cuotas fijas asignadas.
(Casilimas y López, 1982: 181).
Cada miembro de la cofradía recibía una
patente, un impreso que haría constar su pertenencia a la cofradía y las
obligaciones y derechos que contraía: generalmente una misa y sepultura gratis
a su muerte y la concesión de indulgencias. Es interesante ver como desde
sus orígenes este tipo de entidades tenía como objetivo la preocupación por
sepultar a sus muertos.
El procedimiento para la creación de
cofradías era el siguiente: indígenas, mestizos, blancos o el cura doctrinero tenían la
iniciativa de crear la cofradía (siempre requería la aprobación del cura para
su creación) con una devoción especial a santos o vírgenes, se hacía una
donación de dinero o animales para vender y pagar las misas en honor al santo
patrono de la organización.
Las mutuales del Siglo XX y principios del
XXI, continúan con algunas prácticas similares en cuanto a poder recibir las
contribuciones no devolutivas, (costumbre hecha ley) en especie y el de tener
en su gran mayoría nombres de santos y dedicarse casi con exclusividad al
entierro de sus asociados y de orientar un servicio exequial prioritario en sus
estatutos.
Retomando, siempre era el cura quien daba su
permiso para la creación de una cofradía; por lo general no lo negaba, por
cuanto la devoción le representaba ingresos por el pago de misas y la fiesta
anual que comprendía vísperas, procesión, sermón, misa y responso cantado. Así
se ve siempre que a más de la forma religiosa había una situación vinculante de
carácter económico, pero a favor del cura párroco y no de sus asociados.
De otro lado se ayuda a la congregación de
las gentes para su evangelización o por lo menos para su ritualización. Se
procedía, entonces, a nombrar un “mayordomo”, que podía ser el mismo donante y
un “concertado”, para el cuidado y pastoreo de las ovejas. Esto era suficiente
para constituirse en “devoción”. Si con el paso del tiempo, la “devoción” se
transformaba en “adelantamiento”, pasaba a ser “hermandad”. Estas “categorías” se
medían por el aumento de devotos; la obtención de la imagen, si era de bulto y
grande, otorgaba más prestancia; cantidad de animales (ovejas, vacas, yeguas,
etc.) y de ornamentos, especialmente alhajas que tuviese el santo; número de
misas que se dijesen en su honor y vistosidad en la fiesta de aniversario.
Ahora bien, en el mundo existieron diversas
formas de cofradía de acuerdo con su objetivo principal a más de lo
anteriormente descrito como eje central, al decir de Pere Saborit Bandenes en
su obra “Estudio de las cofradías del Alto Palancia”
GREMIALES que agrupaba a los integrantes de
un gremio especifico y desarrollaban funciones de beneficio y asistencialismo
entre integrantes de un mismo oficio. El santo es el patrón del gremio.
SACRAMENTALES. Cofradías de ayuda muta en la
vida cristiana, muy promocionadas después del concilio de Trento.
CARITATIVAS. Los historiógrafos franceses las
llaman charités. Su objetivo central es el auxilio mutuo entre cofrades
y la dedicación a la caridad cristiana como la ayuda a los pobres vergonzantes,
casar doncellas, auxilio en enfermedad sufragios y entierros, algunas
regentaban hospitales.
Es definitivamente claro el origen de la
mutualidad en organizaciones de la comunidad dedicadas a la caridad como norma
y al entierro de sus semejantes como objetivo central, no en vano la primera
mutual creada ya bajo los parámetros de la sociedad moderna con personería
jurídica tomo el nombre de CARIDAD y no debe ser extraño entonces a ese
arraigado sentido de caridad que por siglos han tenido las organizaciones
mutuales en Colombia. Calificativos como caridad, ayuda mutua, beneficio,
asistencialismo y otros no son ajenos desde su origen a las mutuales del mundo
actual.
Obvio entenderlo en las épocas de colonia y
siguientes pero absurdo desde la perspectiva del mundo de hoy en el cual es de
una necesidad incuestionable la supervivencia. Hoy se debe tener criterio
empresarial y que la caridad bien pueda ser un primer momento de la
solidaridad, de la ayuda mutua, pero solo eso, un primer instante en el cual se
da la mano, la ayuda para iniciar un proceso, ya de capacitación, ya de
emprendimiento y luego debe llegar carácter perentorio el desarrollo de
organizaciones autosostenibles y autogestionadas.
No puede desconocer la
historia el origen de esta entidades como el incio de las formas
organizacionales con las cuales se da un
primer paso a lo que hoyr cnocemos como Asociacines Mutualistas.
Un gran número de cofradías
se crearon en la Nueva Granada, como una táctica de los misoneros para el adoctrinamiento
cristiano. Es por el año 1510 a 1520 que se crea la primera cogradía en tienrra
firme, en la primera ciudad Santa María la Antigua del Darien,en lo que hoy en día
es el golfo del Darien en el Departamento del Chocó. Según lo rrelata la obra
editada por Humberto triana en Bogotá 1987[1]
Años más tarde, hacia 1530.
Se funda en Santafe de Bogotá La segunda, la cofradía de la Vera-Cruz que funcinaba en lo que hoy es el Parque
Santander en Bogotá. Vale la pena comentar algo poco conocido, el primer nombre de la ciudad e Bogotá, fue
Nuestra Señora de la Esperanza, como originalmente la llamó Jiménez de Quesada,
quien, -a pesar de ser letrado a diferencia de los demás conquistadores-,
desconocía los procedimientos para la fundación de ciudades, por lo que en
abril de 1539, se legalizó la fundación, con la ayuda de Federmán y Belalcazar,
y se renombró al territorio como Santafé.
Durante la colonia sus habitantes la hicieron
distinguir de las demás ciudades de igual nombre, llamándola Santafé de Bogotá,
nombre que viene del chibcha Bacatá, que traduce fin de los campos, territorio
muisca en el que gobernaba el Zipa. En esta delimitación estaba incluido
nuestro actual territorio, en el que, en tiempos indígenas, habitaba un caserío
conocido como Teusaquillo, donde se dice que se encuentra hoy la Plaza de
Bolívar.
En los años siguientes[2]
se crearon 9 cofradías en Vélez, Santander, entre otras Nuestra Señora de
Monguí, (años más tarde una mutual de Bogotá tomaría ese nombre) Las Almas del
Purgatorio y otras más de igual condición, tornando a Santafé de Bogotá se
crean y se registran oficialmente otras nueva cofradías, destacando entre ellas
la Vera-Cruz, nuestra Señora del Rosario, Santísimo Sacramento, Milicia
Angélica, escuela de Cristo y otras más.
Resumiendo, de acuerdo con la obra de Oriester Abarca
Hernández y Jorge Bartels Villanueva[3] Las cofradías
cumplieron en la Colonia y hasta la primera mitad del siglo XIX un papel no
sólo religioso sino también económico al poseer tierras y actuar como entidades
financieras. Las personas ligadas a las operaciones económicas de las cofradías
eran los miembros de la élite local, quienes formaban una red social.
Junto al capital manejado por la Iglesia y sus
instituciones (cofradías, y diversos tipos de fundaciones como las capellanías
y los mayorazgos) a lo largo de la Colonia se produjeron alianzas (sociedades)
entre particulares, españoles peninsulares y criollos, para llevar a cabo
inversiones y emprendimientos, como la exploración en busca de minas de oro y
más tardíamente para operaciones de comercio exterior.
El siglo XIX presenció el auge del pensamiento liberal
y se produjo una desintegración paulatina de los bienes inmovilizados por la
Iglesia y sus instituciones, lo que repercutió en la importancia de estas como
agentes económicos. Ello también tuvo consecuencias en la propiedad de la
tierra y en la legislación civil y comercial, que siguió al movimiento
codificador iniciado en 1841 y se consagró en 1888, cuando entró a regir el
Código Civil.
[1] Las lenguas indígenas en la Historia del Nuevo Reino de Granada.
1987 Bogotá.
[2] Los Domínicos y el Nuevo Mundo. Siglos XVIII y XIX. Actas del
Congreso. Editorial San Esteban 1995. Editado por José Barrado Barquilla.
[3] El papel Económico de las cofradías En El crepúsculo de la colonia
y El ascenso de las sociedades mercantiles. análisis de protocolos coloniales
de san José (1837-1842)
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